viernes, 2 de marzo de 2018


 

SONETARIO


 

No he sabido decir para alcanzaros

ni proclamé soñar en disidencia.

Cometí un gran pecado: la prudencia

de no ser pesaroso y no cansaros.

 

Me miran con desprecio los ignaros

y los cultos me acusan de inocencia.

Yo me abandono, al fin, a la indolencia

de ser velada voz entre los raros.

 

Ni aspiro al patrimonio de la fama

ni me vence la intriga del dinero.

A la luz del silencio me reclama

 

la sombra de la luna en el sendero

que me alarga al olvido y se recama

con un amor humilde y verdadero.

 

 

 


 

Enseña soledad la vida luego,

aunque al amor estimes y al amigo.

Si  en el primero esperas, ya te digo,

verás tu vida arder en alto fuego.

 

¿Cultivas la amistad? Hermoso riego

que tal vez alimente a un enemigo.

Si quieres vivir bien, vive contigo

buscando el acomodo en ese juego.

 

Depende solamente de uno mismo

tal desierto cruzar siempre inclemente

sin pararse a pensar en el abismo.

 

Acepta con sosiego que la gente

resiste encastillada en su egoísmo,

y pasa por su lado manamente.

 

 

 

 

 

 

 


 

¡Qué fijeza tan dulce en la pupila,

si mirara tan solo por mirarnos

y en un juego de amor acariciarnos

con azulado gozo que encandila!

 

Pero es otra la causa que la enfila,

es la lección dictada sin turbarnos

acallando el deseo sin callarnos,

igual que con la sombra se perfila.

 

Qué dibujo traidor, qué luz malvada,

qué complacencia baja y encubierta,

que con mirar la luz, la luz no acierta

 

a dejarse mirar ni ser mirada.

Como en juego de amor se cita a ciegas

y alcanzas lo que quieres o no llegas.

 

 

 

 

 


 

Considerando ahora, mientras puedo,

que no me queda infancia en los bolsillos,

que se me han desgastado los anillos

a fuerza de llevarlos en el dedo;

 

considerando que quedo me quedo

en un redoble gago de palillos

con la puerta pegada a los nudillos

de un destino negado, y que no heredo

 

ni joya ni papel ni plata alguna;

considerando apenas lo que he sido

y tanto que no fui, considerando

 

que ya voy viendo cerca la laguna

y su humedad me deja resentido,

lo que salvó la vida sigo amando. 

 

 


Prefiero del amor la compañía,

el café compartido a media tarde,

y la noche serena sin alarde

de la pasión que sí quemar solía.

 

Y prefiero esa fe que entiende mía

la fuerza de otra mano en la que arde

un coraje tenaz, menos cobarde

que cuando el aire todo se encendía.

 

Ahora que ya solos nos hallamos,

el uno junto al otro, y nada queda

por hacer, sino ser vida, prefiero

 

esta comunidad donde tasamos

el día más sencillo con moneda

de curso regular y andar ligero.

 

 

 

 


 

Procede de la tierra el pensamiento

y hasta ella el horizonte se derrama.

A ella se reduce cuanto se ama,

el bien, el mal y el tímido contento.

 

Es tierra lo que deja atrás el viento,

ceniza detenida que fue llama

tan luminosa como el sol, el ama

de todo nuestro ser. Lo demás, cuento.

 

Y si a su ley nacimos sometidos,

a nuestra ley la hicimos semejante.

Sus designios nos hallan encogidos,

 

pero nuestra elección puso delante

la gloria de pensar y dar sentido

a un torbellino atroz y fascinante.

 

 


Es libertad andar con uno mismo

sin mirar a este lado o aquel lado,

dejándose ocultar en despoblado,

sorteando la senda del abismo.

 

            Es desear la ausencia, sin cinismo,

de ese yo que los otros han formado

y morir para ellos, suicidado

en la gloria de ser puro yoísmo.

 

            Y así tejer un tiempo para uno,

un espacio a medida, sin tiranos,

olvidando el peligro y la premura,

 

viviendo con lo poco y oportuno,

gozando con los ojos o las manos

el regalo fugaz de la hermosura.

 

 

 

 


 

Últimamente extraño lo que he sido

y me recuerdan otros mi pasado

con pelos y señales figurado

en el teatro mudo del olvido.

 

            Acepto sin embargo este descuido

por no desenterrar lo más llorado:

lo que ya se entoñó no da cuidado,

si no acude forense entrometido.

 

            Es el sol del momento lo que importa:

sobre el haz de las hojas la dulzura

del instante, el brillo de lo ciego.

 

¿Hacia dónde mirar, si ya se acorta

el espacio que aleja sepultura,

y el tiempo se hace escaso y sin sosiego?

 


            Enseñan los estoicos a morirse.

Lo dice Marco Aurelio guapamente,

con elegante voz. Yo siento el diente

del roedor fatal sin descubrirse.

 

            Los cristianos vocean que lo de irse

es un paso feliz hacia el Naciente,

mas no verás cristiano sonriente,

sino su mueca atroz, antes de abrirse.

 

            La muerte se improvisa cuando llega,

no andamos ensayando ese sainete:

se te aparece un día y se te pega;

 

en la cama, tranquila, se te mete

y, cuando estás jodido en esa brega,

te ordena sin excusa: ¡Calla y vete!

 

 

 

 


 

Pero el pasado pesa en este instante

y en cada condición de mi sentido.

A mis ojos les dicta lo que he sido

y a mi tímpano su timbre chirriante.

 

Yo sé que  lo que escucho es el constante

lidiar de mi razón y el tiempo ido,

la sensación de ser en el olvido

que acumula en los bajos lodo andante.

 

Y en cada encrucijada donde piso

y en el vuelo fatal de cada hoja

se me cuela despacio, sin permiso

 

cuanto guarda el pasado sin que escoja

apenas mi deseo, ya insumiso,

entre la aurora blanca nieve roja.

 


Has cumplido sesenta y ha cobrado

un imperio la arruga por tu cara.

El tiempo te golpea con su vara

y apunta en sus haberes lo adeudado.

 

A rico, desde luego, no has llegado

ni la fama te dio cátedra rara.

Aumentan en tu ser volumen, tara

y la carga de acíbar. ¡Vaya un hado!

 

De amores, me parece que no hablamos

pues al desdén cayó el afán inerte.

Por oscuro camino ya nos vamos

 

con vino consolando. Detenerte

no puedes ni soñar. ¡Fúnebres ramos!

¿Qué queda para ti sino la muerte?

 


Era tu gusto entonces hacer el gusto ajeno,

obedecer las órdenes, lavarte con esmero,

aplicarte en la escuela para ser el primero,

y decir la verdad con el rostro sereno.

 

El campo en que crecías, estrecho y sin veneno,

lo plantaron los otros. Su tétrico lindero

te parecía bosque con árboles de acero.

Eras lo que se dice un chiquito muy bueno.

 

No rezas por la noche. Ya te cuesta dormir.

No sueñas con princesas. Te tomas la pastilla,

el letargo te invade y dejas de sentir.

 

Ofcias tu  trabajo, te sientas en tu silla,

hojeas el periódico... Y siempre es consentir

dejándose llegar a la secreta orilla.

 

 


Mientras mudo el ciprés su sombra llora,

se ha dormido la luna en la ventana

cuajando en el alféizar nieve o lana

de un rebaño de luz embajadora.

 

            Como un sueño cautivo hacia la aurora

del ansia sin remedio limpia y sana,

con la lunar certeza se me allana

la cima del dolor en esta hora.

 

            Entre la tempestad abre alborada,

cuanto más a lo ciego el aire hieres,

la dulce plenitud de la mirada.

 

            El oscuro equilibrio de los seres

en la penumbra sin remedio nada

iluminando apenas lo que eres.

 


Soneto me ordena que escriba

tajante mi dama serena.

Me niego a contarle la pena

que, acaso, en palabra reviva

 

su triunfo. El amor es cadena

que orgullo provoca en la altiva.

Por eso, me callo cautiva

la voz que suscribe condena.

 

Su gusto no acato y me avío

poema que a solas profiero

lejano de todo gentío.

 

Mandarle el soneto no quiero.

Renuncio a decirle lo mío,

dejarla a la espera prefiero.

 

 

 

 


            En esa claridad de los abrazos

que se ceba en la luz del sentimiento,

con fúlgida tensión se hallan los trazos

del resplandor desnudo del  momento.

 

            Caída de la sombra de unos brazos,

la penumbra conquista el pensamiento,

estrechando en el cerco fieros lazos,

asfixiando en lo oscuro algún tormento.

 

            ¡Qué reclamo el calor allí escondido!

¡Qué fronteriza espuma o flor de arena

en la playa de un cuerpo recogido!

 

            ¡Qué dulce esclavitud es esa pena

de buscar el cobijo y no hallar nido

cuando el amor, furtivo, te encadena!

 





Antes de que en el valle se derrame

la gris oscuridad amortecida;

antes de que se cierre  la partida

y al jugador la muerte lo reclame;




antes que el corazón se pare, infame,

y crezca madreselva dolorida;

antes que los sentidos nieguen vida

o el juego del amor ya no se ame,




dejo donde encontré la flor celosa,

si el tiempo, tan efímera, la mata.

Consuelo no hallaré donde se hallaba.




No sirve almacenar cosa tras cosa.

La perdida memoria se delata

en la fuga fugaz que se fugaba.


            Quizá tenga razón el que desdeña

a la vieja y doliente Poesía

cargada con sus versos todavía,

cautiva en el palacio en que se empeña.

 

            Quizá de aquel gran bosque se hizo leña

y un desierto creció sin alegría

desde la voz que oyó lucir el día

y vio serrarse el sol contra una peña.

 

            Allí donde con hierro el aire labra

hasta emanar un mundo de la frente,

ya cierre los sentidos, ya los abra,

 

acaso sea sonido solamente

lo que el poeta escucha, no palabra,

liviano como el agua de la fuente.

 


            Prospera entre la bruma espíritu malvado,

en el daño que acecha se alimenta y se crece,

trafica sin dudarlo con el dolor callado

y embrolla sus errores y el pago que merece.

 

            Desdeña la razón, si no está de su lado,

y trata con el miedo de alzar lo que apetece,

negándose a aceptar lo justo y acordado,

cuyo respeto al hombre eleva y ennoblece.

 

            Quien más lo vitupera más adora en su ara,

desdice con acciones lo que en su boca reza,

y de la hipocresía es símbolo su cara.

 

            ¡Alerta!, si se ufana de fraternal llaneza,

si humilde admiración su boca te declara,

si diciendo: “Te quiero”, te ofrece su dureza.

 


            En esta soledad que crece al viento

y ahonda la amplitud de la mirada,

la palabra declina sofocada

como la flor destruye el pensamiento.

 

            Amparado en silencio, ¡tanto aliento

desdice el corazón!, como si nada

reflejara la vida arrinconada,

negando su canción o su lamento.

 

            ¿Dónde se irá a buscar la vieja rosa

quien andaba tejiendo su hermosura?

¿Cómo verá el color, si cada cosa

 

desdice con la voz tanta premura?

¿Qué será del dolor que el tiempo adosa

en la encorvada espalda que madura?

 


Cuando el silencio, Máximo, se posa,

como un pájaro mudo sobre espino,

en el hueco cansado del camino

y en la esplendente luz que hace la rosa,

 

y cuando nada añade el que reposa

doliente sobre piedra del destino

a la canción fugaz, dolor o trino,

que en la boca creció limpia y jugosa,

 

¿qué salvará la voz de cada día?

Se irá el acorde mustio abandonando

su sonido hacia el mar sin alegría.

 

¿Recuerdas aquel pájaro cantando

tan solo por cantar? ¡Cuánta osadía

a solas, en lo oscuro, celebrando...!


Sírvenos de tu jarra amable vino,

muchacho que aún ignoras cierta pena

atada por el tiempo a su cadena,

marcada como huella en el camino.

 

Sírvenos otro sueño del destino,

un regalo de luz grana y serena

para romper la sombra y su condena,

olvidando en el júbilo el espino.

 

Déjanos en el vaso primavera,

la que llevas atada a la cintura,

una miel que no sabe por qué espera.

 

Bebamos ese sol de uva madura

anegados de vida verdadera

para cantar la nuestra que no dura.

 


            ¿Puedes guardar en caja el viento,

el que ya se llevó cuanto querías?

Las hojas de la infancia: fantasías

en tu imaginación  Ay, tonto intento.

 

            Mira tú si frenando vuelves lento

su discurrir presente o si podrías

atrincherarte desafiando días

y más días al sol en movimiento.

 

            El tiempo es espejismo que soñado

se instala en el camino de los hombres

haciéndoles señales que dan miedo.

 

            Vayamos con el sabio, acompasado

el paso al pensamiento. No te asombres

si andando siempre va el reloj acedo.

 

 

 

 


El aire transparente y luminoso

era aquella mañana de febrero

y el espejo del río, ¡tan gozoso!

Lucía chiribitas el sendero.

 

El sol como un regalo mañanero

me acercó a la ribera, jubiloso,

con amigo feliz de compañero.

Mirábamos un ánade verdoso

 

cuando pensé en Guillén, por un momento,

sentado en un sillón no tan beato,

No subió la marea. El pensamiento

 

me dejó disfrutar discreto un pato.

Cruce un puente. En la ínsula contento

del Duero penetré. Bendito rato.

 

 

 


¿Quién les fue a dar la vida hermosa

y los creó tan bellos y tan sanos?

Les ofreció al alcance de la mano

hasta el dulce perfume de la rosa.

 

 

¿Qué mente retorcida y ominosa

les entregó el sentido para vano

placer, con un pesar arcano

al recorrer la vida fatigosa.

 

¡Qué canalla! Dejarles conocer

lo más sagrado y limpio sin reparo

y luego condenarles a saber

 

que nunca se debe poseer

lo que un mal dios cruel y avaro

les impuso taimado no querer.

 


A mi no me habla dios. ¡Ay, si me hablara!

A quienes les habló no estaban cuerdos

o mintieron, sin duda, cual socerdos.

Eran todos profetas. ¡Qué preclara

 

intención! Cuando un majara

les comía el cerebro a tantos lerdos

alegando de un dios dulces acuerdos

para dorar con oro la vida que adorara.

 

No pretendas que te hable ningún dios.

Si quieres dialogar cómprate un can

y no esperes de dios hasta el adiós.

 

No te comas la mosca con el flan

ni confundas el uno con el dos,

cuando oigas venir el tararán.


No estoy aquí ni estoy allí, contigo.

Me separa el amor en dos mitades:

una se sume en secas soledades

y la otra muda queda aquí conmigo.

 

Ni pongo a la tierra por testigo

ni reclamo a las olas humedades.

Me arrebataron tiempo las edades,

como un dios al pairo y sin amigo.

 

Entre la paz la soledad ardía.

En medio de la guerra se quedaba

helado el corazón por la mirada.

 

Y cuando más la vida me vencía

la muerte más vencida me encontraba,

en dolor adormida y entregada.


CON ESTRAMBOTE

 

No es indiferencia, solo hastío.

Me cansa la discordia y el tumulto.

No deseo escurrirme tras el bulto

Ni dejarme atrapar en otro lío.

Que no sé comprender, aunque porfío,

La razón que los mueve a tanto insulto.

Será seguramente por su oculto

Paquete de ambición...Y desafío.

El miedo del poder tan corrompido

Es hallarse en la cárcel, tras las rejas.

Aforado el ladrón es protegido

Con toda su ralea bajo tejas

Que cubren la basura sin sentido.

Cuánta mierda, señor, entre las cejas.

El círculo por fin es ya cuadrado.

Demócratas golpean el Estado.

 


SATÍRICOS

 

            Palabra ando buscando que defina

tanta soberbia en carne amontonada,

pues Máscula mujer es tan implada

que al más fiero varón mira y domina.

 

            Más erecta que polla libertina

en su rigor, sostiene ajamonada

imponente fachada acartonada

con fiereza sañuda y masculina.

 

            Despótica resuelve una cuestión

por una en minoría y a destajo

se extiende sin ambages su opinión.

 

            Mayúscula su voz no halla relajo

y en la sala no encuentra oposición

doña Concha González del carajo.

 

 

 

 


            Con sueños de cinema y alharaca

se conchaban Concha y su locura.

¡Qué delirio! ¡Qué ardor! ¡Cuánta ventura!

¡Menuda estupidez! ¡Vaya matraca!

 

            Mas Hollywood jamás leyó la opaca

novela de Pitucha, que sin cura,

pues es la condición de la ventura,

sufre de la vesania que la ataca.

 

            Se imagina de estrella enamorando,

por Cópola invitada, y en su mira

lo acata por verdad y anda contando

 

que se nos queda aquí, porque delira

en este garbanzal de Villalpando

por culpa de un tomate que le tira.

 

Qué tomate este nuestro, me contaba.

Me pareció que le escurría baba.


            La mística prosodia practicaba

aquella clara monja del poema.

¡Ojalá que lo duro del fonema

limara de lo borde la rebaba!

 

            Más agria en lo más largo de la cara,

los ojos de lechuza para gema

de un ladipario soso y en esquema

una sonrisa turbia por la cara.

 

            Tradujo del hebreo y del malayo,

del checo, el albanés y el esperanto,

del mandarín y helvético otro tanto.

 

            Y a tanta traducción le hacían sayo

cien negros que lidiaban con la mula

famosa porque crea cuanto emula.


            Este Jesús que niño se procura

y losa da pesada a la existencia,

bien como niño agota la paciencia,

aunque ya entinte canas su figura.

 

            Entre ademán y mueca no halla cura

que descanso le dé a tanta lindeza;

porque, lindo y Jesús, por claustros reza

cuando descubre púrpura bien dura.

 

             Después de practicar funambulismo

y de amagar lo indio en las especias,

de político entró al Ayuntamiento.

 

            Mas quien lo viera allí, viera lo mismo

que en La jaula de locas, menos necias,

pues querube gozó en ayuntamiento.


(Para placer y goce de la república)  

 

La cosa excrementicia fue la esencia

de su seria y tristísima palabra.

¡Cuidado con la fosa! No se abra

y regrese del frío tal esencia.

 

            Nunca se hallara alegre. Su presencia

inspirara la voz abracadabra

y, si tiraba al monte tras la cabra,

fue por ser asadura en su sentencia.

 

            Estos versos tan ruines le dedico,

lúgubres sí, mas no por ser él muerto,

que frío en sus humores aún se cuaja.

 

            Pulla serán, pues ya jabón y pico

en turbia lavativa pasa puerto

y acaso algún gorrión ponga la paja.

 

 

 

 


Un tal Simplicio confesaba un día,

poeta por las musas nunca hallado,

ser tan original y desusado

que a nadie por maestro conocía.

 

Supino era su orgullo, su osadía

rayaba la estulticia y el pecado

de perfecta ignorancia: tan colmado

hallábase Simplicio en su manía.

 

Un vate viejo que batía fino

al joven afeó tanto descaro,

mas éste respondió como sin tino:

 

-En lecturas ajenas no me paro.

-Entonces no sabrás si tu camino

por otro fue pisado, niño ignaro.


(ADIVINA ADIVINANZA)

 

Por interés compuesto Mari Lía

al arrimo del bueno se arrimaba:

que la fama en la fama se guindaba

y el dinero en dinero se cogía.

 

Y así se esclareció su fantasía,

tan dura en su matiz como una taba,

tan tonta en su cariz como la baba

que al bobo adoba el labio noche y día.

 

Admiro, Mari Lía, la constante

tarea que te mueve en arduo celo,

esfuerzo que te tumba y por delante,

 

cual Cronos impotente, contra el suelo

te mete tanta tunda tan tonante,

mientras tú celebrando estás el cielo.


            Gelito, con la suerte no flirteas

a juzgar por lo poco que le ganas,

pues vas peinando ya severas canas

y de ser pura nada no te apeas.

 

            Será porque el asunto no meneas

con gracia y con soltura cortesanas

o será que no lames entre panas

lo que debe cogerse cuando meas.

 

            Confórmate, majico, con lo tuyo

que es abonarte al día que te lleva

y ser brizna de hierba o pobre yuyo.

 

            Olvida ya la gloria, no te mueva

capullo de lo poco que no es suyo

y advierte que en verano nunca nieva.

           

 


(FÁBULA)

 

Un perro viejo percatose un día,

al hallar toda esquina ya meada,

que la jodienda le era arrebatada

por tanta competencia como había.

 

Aquí pongo una gota, se decía,

con esperanza firme y denodada

y allá que va la otra destilada

en furia más ardiente todavía.

 

Se vació el buen can lleno de anhelo

y con tesón marchito pero altivo

repartió por doquier todo su celo.

 

En provincias se ve poeta divo

que orina en oficinas con desvelo

por medrar en cultura putativo.

 





Para hablarnos juntáronse doctores,

con excusa de tapa y de buen vino,

de Catulo, Marcial y algún latino

más, y allí fue todo arrimar loores.

 

Jamás Ausonio derramó más flores

ni Horacio anduvo en halagar más fino,

que aquellos en sus loas tan sin tino

al oído de pobres pecadores.

 

Mas no elogiaron tanto a los pasados

ni al caldo allí servido sin reserva,

aduláronse a sí no recatados.

 

Y como Juan Palomo su minerva

guisáronse felices y adobados

con jugosos latinos en conserva.


Tres tipos de escritores hay, señores:

Primero, los que escriben sin pensar.

¡Qué desatino! Cuando dicen mar,

dónde andarán nadando soñadores.

 

Segundo, los que escriben estertores

mientras sufren ahogos sin tomar

la precaución debida y cautelar.

Revuelven la verdad y los errores.

 

Alguno en el magín anda apandando

la fortuna que encuentra y hace suya

aquella que a su imagen contribuya.

 

Luego cual cocinero, salteando

lo ajeno no sentido, nos ofrece

lo que muerto su autor nada merece.

 

 


No es nuevo que la vieja se resista

a envejecer y entinte pronto cana

o encale con cemento la badana

para asfaltar del tiempo ajada pista.

 

Marcial, Quevedo y otros a la lista

añaden sus cartuchos en canana

afeando costumbre cotidiana

con palabra mordaz o realista.

 

Mas hogaño se estiran con descaro

las viejas y los viejos tanto el cuero

bruñido por el botox sin reparo

 

que brillan como láminas de acero.

Enfúndanse colmillos y no es raro

hincharse lo que cuelga con esmero.

 


He comido lentejas y no suelo

decir lo que he comido a troche y moche.

No gusto de lentejas por la noche,

por si acaso me hincho y me desvelo.

 

Como comer lentejas, y no es celo,

fuera conversación, ¡vaya derroche!

Si tal conversador no es un fantoche,

que lo aguante su dios allá en el cielo.

 

Señores comedores de lentejas,

declinen platicar de su legumbre

y respeten el dicho, si las dejas.

 

A las de Armuña manden a su lumbre,

que llegarán los gases a las cejas,

si hablar de las lentejas da en costumbre.

 

Aplíquense otro tanto homosexuales,

que garlan lo que tragan a raudales.

 

 


 

BOTÁNICA LECCIÓN

 

Florecicas de mayo, ¡vaya aventura!,

al alba tiritando bajo el relente,

al mediodía fiero, tan de repente,

sufriendo como enfermas la calentura;

 

florecicas de mayo, cuánta hermosura

entre la hierba nueva, mar inocente,

regalando el silencio resplandeciente

y el milagro sereno de la frescura,

 

revelad a los hombres lección callada,

que sepan por vosotras, si aún la ignoran,

la belleza terrible que da la vida:

 

juntas van de la mano la gloria y nada,

juntos dolor y risa; si se enamoran,

juntos vivo placer, la calma herida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CLAVELES

 

Claveles, si más nuevos más perversos,

bajo la edad del hielo recogidos,

desvaneciendo antojos atrevidos

se recrean en labios menos tersos.

 

   Claveles que a otra edad iban inmersos

en mares de pasión y guarnecidos

por un sueño de amor, hoy embebidos

en la hondonada oscura de los versos.

 

   No advertimos el tiempo derramado

ni el caminar que del amor se olvida.

Miramos el color, nunca el cuidado,

 

pues la mirada en rojos encendida,

cuando todo en la noche se ha apagado,

alienta de reojo aleve vida.


 

RAPÓNCHIGO

 

   Quien se fijaba en ti bien entendía

la orillada pereza de las flores

humildes en perfumes y colores

en la empinada luz del mediodía.

 

   Quien de ti se fiaba consentía

dorar la claridad entre dolores

por el barranco de los sinsabores

y ser agriluciente melodía.

 

   Entre la multitud la mala suerte,

por la esquina del campo sin veneno,

racimo de campanas, te ennoblece.

 

   Belleza que en los sones de la muerte

celebra como tú canto sereno

más que la rosa misma resplandece.

 

 

  


SERRÁTULA

 

   Si con espina en púrpura crecida

traidora da al dolor pétalo suave,

si muestra su hermosura donde cabe

con gloria del color cruel la herida,

 

si  en laderas de pobre anda crecida

su agreste tiranía, si se sabe

que deseo es mayor, cuanto más grave,

flor será del amor y de la vida.

 

   Flor será del amor y del tormento,

flor del ansia que pierde su reposo

en busca de caricia obsesionada;

 

flor de la soledad en el momento

que el destino te pincha doloroso.

De vida será flor acostumbrada.


   AJITO SILVESTRE

 

   Nívea cabeza erguida, deliciosa

a los ojos que observan sin rozarte,

el artista hizo en ti feliz el arte

de ser pulidamente caprichosa.

 

De estrellas encendidas nebulosa,

de los lirios pariente, cuánta parte

de su altivo esplendor pudo dejarte

Natura con sus hijos generosa.

 

   Pero imprudente aquel tendió la mano

queriendo capturar para sí entera

toda la primavera en ti crecida.

 

   Y en sus dedos quedó simple el arcano

que apestosa guardabas hechicera:

ajo de vieja dueña revenida.





   NAZARENOS

 

   Para el final de marzo venturoso

ya teje de morado la pradera

bordándole mortaja a un dios que espera

resucitar de nuevo jubiloso.

 

   Nazareno es el pobre y, oneroso,

en hueste uniformada se entrevera

mostrando sobre el pasto primavera

cuajada en el color más doloroso.

 

   ¡Qué frágil en el frío todavía

de la helada tardía su racimo,

tanto más cabizbajo cuan severo

 

el clima lo fustiga! Pero ¿habría

hallado en soledad algún arrimo

quien sólo en multitud se alza señero?

 


   ROSA

 

Si quien la vio encenderse como llama

en ella comprendió que el tiempo aciago

la despoja del pétalo encarnado

para juntarle otoño en blanda lama;

 

si admiró en sus rincones cuanto se ama

con júbilo de un ser hiperamado

y un resplandor allí halló embozado

que en su centro la luz viva proclama;

 

si del amor es símbolo ilustrado,

la medida y sazón de la belleza,

el ser que no será sino en el alma,

 

¿cómo no verla aquí, milagro atado

a la otoñal retina, ya tristeza,

más ocasión de llanto que de calma?


   HINOJO

 

Al igual que un colono en tierra mala

sueña con las riquezas atrevido,

en su orilla, en su yermo y en su olvido

sueña un perfume que sereno exhala.

 

   Porque no esconde olor, esconde gala,

y lo arroja a la tarde entretenido

con hormigas celosas y el zumbido

del abejorro negro y de su ala.

 

   Y, cuando ya el calor seca el terreno,

estira el verde intenso de su hoja

encañada de sol atomizado,

 

para criar en él su don más bueno:

el grano que nos cura de congoja.

Lección de humanidad nos da callado.

 


 

 

ABEDUL

 

De la montaña al llano para jardines

te bajaron los hombres, al llano seco,

y en verano no aguanta tan rudo hueco

tu raíz condenada a tales confines.

 

Quieren aire delgado de serafines

y humedad delicada  tu verde fleco

y los dedos que escondes junto a ese eco

de arroyos y nevadas como maitines

 

de primavera. Respóndeme sin miedo,

árbol ajeno de corteza encalada,

¿bajo tu sombra dulce quedito, quedo,

 

me dejarás tumbarme pensando nada

cuando exprima el verano su llanto acedo

soñando los dos solos tierna vaguada?

 

 


C ORRIGÜELA

 

Celebro, corrigüela, tu blancura

con todo el sol tranquila en el camino,

pues tu esplendor humilde, de tan fino

me contagia la paz y la cordura.

 

Es natural que corras tanta anchura

del campo matinal. Ese es tu sino.

No quieres revelarte a tu destino.

Te entregas a la noche sin premura.

 

Tú me gustas así, sencilla y bella.

Extiendes por el campo un firmamento

de humilde resplandor, pequeña estrella.

 

Quiero ser como tú, blanco momento,

en que la boca se serena y sella

                     para acallar, al fin, el descontento.





 

 

ESTRAMONIO

 

A la tierra en que nace se parece.

Del escombro en que surge, su veneno

destila la raíz; guarda en su seno

el mal y la sustancia con que crece.

 

Y aunque su flor tan blanca no merece

desprecio ni sus hojas, poco bueno

escapa de su fruto todo lleno

de un sueño soterrado que envilece.

 

Alguno que conozco se le iguala,

pues ofrece su flor viva belleza

y visten sus palabras suave gala.

 

Pero también creció entre la maleza

y su cimiento fue ralea mala,

aunque pretenda en Roma la nobleza.