A
LA ORILLA DEL JÚBILO
(1981-1988)
A María
Luisa, todo
SONETOS ERRANTES
(Premio Esperanza Spínola, 1988)
¡Qué pena dan los amantes!
¡Cuántas
noches han pasado angustiados
por el amor, el
deseo y las tribulaciones.
(Las mil y una noches)
I
Ese silencio tuyo a la deriva
como aguaviva azul en mar
caliente,
sobre brasas me arroja, tan
ardiente,
que me abrasa la piel llama
cautiva.
Y este silencio mío, porque viva
escozor tan agudo, consecuente,
se abandona en palabra que lo miente,
a la ley del amante permisiva.
Nunca jamás dirá si fue sentida
la palabra de hoy quien la
trasciende,
por más que en grito viaje
dolorida
pero hacia ti vibrantes ondas
tiende.
Buscando en tu silencio una
guarida,
para colarse allí mi voz asciende.
II
Cruzabas la avenida de palmeras
hacia los fondos negros del
destino.
Las sombras arañaban tu camino
por el cemento gris de las aceras.
En el muelle gemían como fieras
las ráfagas del viento libertino.
A cincel trabajaban sobre fino
algodón diecisiete primaveras.
Ignorabas que alisios prisioneras
te las arrancarían en fugado
arrebol, tarde tras tarde tan ligeras
en nubes de jirón arrebatado.
¿Dónde se fueron las mías
pioneras,
solísimo de luna y plateado?
III
Estás en esos ojos celebrado
con un fulgor de fuego
transparente;
abrasada una lágrima presiente
un día, sin aurora, terminado.
Contenida violencia de callado
deseo me asfixia doblemente:
besar tu sombra, al menos,
indolente,
negándome en el beso estrangulado.
Entre hielo de luz emocionada
yacerá el dulce abrazo que
desmiente
la impalpable presencia deseada.
Terrible es el momento,
evanescente,
porque esa luz no nos alumbra nada
y
nos hallamos solos de repente.
IV
Pude nadar en tu mirada, preso,
ahogado por la sed y la cerveza.
Los bafles sobornaron mi cabeza
y un dibujo traidor quedaba
impreso.
Aquel encuentro tibio al que
regreso
me obliga a incinerar toda
certeza.
Fuera de mí. Tú, ausente…, cuando
empieza
a ser el sueño abúlico y espeso.
Pongo a salvo el momento. Luego
ceso
de corregir la incertidumbre. Miro
a mi alrededor, absurdamente.
Si fue o no fue verdad mido y
sopeso.
Mas me alcanza feroz en la
corriente
la aguda desazón de otro suspiro.
V
Aquella tarde roja en que tu mano
naufragó en su periplo hacia la
mía,
gozosa ante el encuentro, me creía
con alas ir en vuelo de milano.
Pero negué mi impulso, soberano.
Fácil derrota: el miedo me rendía.
Errante ya el deseo se volvía
ramo de dedos en el puño avaro.
No quise yo avanzar por el sendero
con pasos que forzaran la violenta
salida. Me encerré prisionero
en mi cauto soñar, suave venero
entre cálidas frondas, aunque
mienta
zalamero, la roja tarde lenta.
VI
Para saltar el mar, abismo, fosa,
a la playa pacífica volvía.
Retando a la distancia, perseguía
aquella ausente entraña dolorosa.
Tomara a afán la arena prodigiosa
olas abrir en senda, puente, vía.
Mostraba la verdad tu lejanía
indomable en el agua procelosa.
Sobre rocas lloré, sólidos mares,
las horas cabizbajas de tu
ausencia,
ajeno el corazón del cuerpo amado.
Mas el alisio en juegos malabares,
o trajo, o me traiciona la
conciencia,
rumor sedante del labio deseado.
VII
Por esos mundos hubiéramos viajado
conociendo remotos valles, sierras
muy lejanas. Hubiéramos la Tierra
desde oriente a occidente rodeado.
Y hubieras tu cabeza reposado
en mi hombro, en un descanso, sin
furtivo
temor. Y hubiera con mi mano, vivo
amor, tu cuello amable acariciado.
Hubiéramos más tarde recordado
aquel jardín de Kioto tan hermoso
o los bellos Urales o el coloso
y profundo cañón del Colorado.
Ya me veo doblar la esquina luego
de la calle Real y así te niego.
VIII
Esclavizarme quiero a tu deseo
como toro al capote sometido,
aunque el acero frío prometido
me alcance el corazón sin más
rodeo.
O tentar a la suerte con tanteo
de lágrimas de pérdida, perdido,
hasta que por tus venas derretido
corra el amor o muera yo (lo
creo).
Arrebatarme ya, destruir mi casa,
desvivirme de mí, comer olvido,
arrinconar mi nombre; sin sentido,
esfumarme en el humo que me amasa
y nunca decir más, mas te lo digo:
eres la muerte amada que persigo.
IX
Guardara tu palabra y esperara.
Construyera tus besos. Los
perdiera.
Deslindara en tu cuerpo una
frontera
para rendírsela a mi mano avara.
Navegara un abismo y naufragara,
o me alzara con salto de pantera
a los ámbitos sublimes de la
esfera
para cazar, al fin, la pieza cara.
Amara, (y me muriera gratamente)
una vez, por lo menos tu cintura,
tus ojos entornados… La amargura
me roba hasta el deseo y lo
desmiente.
Pero la negra noche me procura
un sueño con tus ojos inocente.
X
Su dolor otra tarde me contaba
-en lágrimas el duelo bebería-
por el perdido amor, y en mí crecía,
cuanto más vulnerable se
encontraba.
En silencio insidioso recordaba
ante un café su rosto de alegría
por el amor hallado ese otro día
que a mí sin esperanza me dejaba.
Pero aprendí a callar ambos momentos
sin mirar a la herida que sangraba
cuanto más me inquietaban
pensamientos.
Hoy no quiero callar lo que
callaba,
pero temo que rompa mis cimientos
esa lanza que en mi pecho ya se clava.
XI
Te busco allí donde la luz palpita
ansiosa de cebarse en tu
hermosura.
Allí donde la música te agita
del neón en los rayos insegura.
Te busco allá donde el deseo
incita
la voz del corazón a la ternura,
Allá donde a mis ojos se permita
mirar la libertad en tu figura.
Busco el local donde fraguar el
hierro
imposible del amor y la aventura
que rompa toda paz y todo
encierro.
Quiero arrojar mi cuerpo con
premura
a la caza de amor –furtivo perro-
hasta desembocar en la locura.
XII
Cuando en la noche arribó la nave,
yo a tu lado callaba. Te veía
a través de ese cristal del viento grave,
que aumentaba fatal la lejanía.
Junto al embarcadero, mientras
suave
a mis manos tu cuerpo se rendía,
fue girando en el cielo blanca
llave
hasta volcar la claridad del día.
Si
a tu lado acudí deshilvanado
mientras la luna baja decrecía,
nadie dirá que fue premeditado
anegar en tu piel mi piel que
ardía
sobornando el silencio sofocado
de la estrella cruel que nos
hería.
XIII
Anegado en los rizos de la espuma
el agua abrazo tímido, propenso
a navegar ligero como pluma
caída al mar rabiosamente denso.
Cobijado en los brazos de la
bruma,
me diluyo hacia el fondo y al
descenso
los brillos del azul buscan la
suma
de este cuerpo allegado con lo
inmenso.
En esto, abrí los ojos. La
presencia
que el sueño me colmaba de ternura
disipó, de repente, la conciencia.
Me golpeó en el rostro con su dura
mano la realísima violencia
que me dejaba en soledad segura.
XIV
Al trote de penumbra soy el beso
y el corazón me arroja al
desencanto.
En pífanos cantores vierto llanto
y tu silencio esquiva lo que
expreso.
Contra la noche ardiente expiro. Ceso.
En aura de amargura me levanto.
Vivo constantemente en el espanto
de saber imposible tu regreso.
Por su senda el amor me lleva
preso
en su flor de locura arrebolada,
entre el fuego y la sombra ya
poseso.
Esperaré la luz de otra alborada
inútilmente solo, triste, leso,
cortado por el hierro de la nada.
XV
Tiempo de otoño a mi solar venido,
-por las hojas del árbol corre
fuego-
me acompaña clavado sobre el ciego
vagar del aire leve, oscurecido.
Sordo al silencio, gélido al
olvido
he buscado la tierra – no lo
niego-
de primavera fértil. Hoy trasiego
hacia un final cansado y aburrido.
Pero te vi un momento cierta noche
y sobre mi corazón quedaba
impreso,
con la mueca mordaz de tu
reproche,
el inaudito fuego de un poseso.
Viejo, cansado, necio y aun
fantoche
del amor me alimento. Vivo de eso.
A LA ORILLADEL JÚBILO
1
Te deja el aire malva
por el campo asombrado
ilesos los recuerdos.
Lejísimos la tarde,
lejísimos el río
por la banda de añiles se perfila.
Y pierdes la mirada donde acaso
se conserve el encuentro
sobre la arena blanca en que te
fuera
tan alegre indagar
bajo el dulce sopor
del sol contra el deseo.
No reconoce el tiempo aquellos
pasos
ni clarines dirán de aquel
momento.
La tarde te ha dejado
un juego de cadenas
a rumbos enfrentados sometidas.
2
Deseas despertar húmedo de sal,
Atrapado en un pecho de arena.
Con el viento, enardecido
ante el juego serpeante de las
olas.
Tu inocencia y la espuma me
contienen.
Se me desboca el alma
junto a las rocas negras.
Y luego te confundes
y se pierde la imagen y deseas
despertar otra vez atrapado
en el pecho de arena, enardecido
como la amada dócil que se deja
envolver por los brazos del
amante.
3
Como anillo me abrazo a tu cintura
y el alma de tu vientre me
acaricia.
El viento por tu piel pasa sin
rumbo
zigzagueando suave y se desliza
por mares de trigal en primavera.
De la alameda, sobre azul, la cima
conforma espacios a sueños
imprecisos.
Un vago tintineo hacia la orilla
la sombra y el secreto nos
confunde
y, entre los juncos que se besan,
brilla
mientras el río sus reflejos
cambia.
El cenit ondulante se confirma
y océanos de cuerpo enamorado
al borde de la tarde se eternizan.
4
Hay un sendero azul bajo tu vientre
donde el verano guarda espuma
silenciosa
y sabe a mar por envolver la tarde
con olas
que florecen bajo tu piel desnuda.
Y sabe a viento en la Lanzada
roja,
a madreselva en un septiembre
pleno,
a campanas de gloria templando el
horizonte,
a relojes cantando en la enramada.
Hay un sendero azul bajo tu
vientre
donde camina hacia siempre el
aire,
donde los nidos recogen nuestros
ecos,
mientras nos vamos yendo a golpe
de los años.
Y eres así, con un sendero en
medio,
una senda que llega al infinito:
Sentir los cascabeles del espacio
y derramar los ojos en la
respuesta eterna.
5
Pero ¿dónde estás hoy, mientras te busco?
En el jardín no estás, tampoco
donde
los dos solíamos besarnos antes:
Guardaba el álamo la forma de tu
espalda
dibujada con besos.
Rodé callejas que rondamos juntos
y toda la ciudad sembré de dalias.
6
En la luna de octubre
el tiempo es dilatado. Inmensa
aquella playa
y tú me persigues donde un río
regresa
Hacia el recodo aquel de nuestras
vidas.
Ensoñaciones blancas con palmeras
de sonora aspereza y tú…,
la arena al ras de un cuerpo
ahuecado en la duna.
Y tú…,
esa ausencia que la lluvia no
empapa.
7
¿Quién escribió en el alba esa palabra?
¿Fueron meigas o sombras?
¿Acaso fue mi mano
o el claro de luna que rondaba el
amor?
Los blandos caminos de la
entrega…,
la hierba fresca.
Era cuando en el bosque vagaba
la noche de San Juan.
Entonces eras viento,
páramos mis muslos.
No sé qué aroma, tomillo,
quizá almizcle o sándalo
llegaba hasta nosotros.
Como un delfín la lengua en mar
abierto.
Tu saliva queriéndome los dientes
y al final un jadeo en las
entrañas.
Y tú le preguntabas a la noche
quién escribió en el alba esa
palabra
la noche de San Juan.
8
¡Qué lentitud de sol entre tu pelo!
La tarde en clavelinas se esfumaba
formando un ramo dócil en tu mano.
¡Qué duce la palabra
en la oquedad del valle solitario!
9
¿Qué más da
si la aguja en la alameda blanca
escribe en nuestra piel
una historia pasada?
¿Qué más da si el invierno
nos encuentra desnudos,
sin manta, pero con un beso?
¿Qué más da si al andar
un tacón te traiciona,
pero tienes mi brazo
o, si esperas la luna
aunque esa noche llueve,
pero vemos llover?
¿Qué más da, como decía ella,
alondra o ruiseñor,
si ya es el alba
y canta un gallo de Japón
en la mesilla nuestra?
10
En plomizas mañanas
y en remansos de estío,
el viento y las aulagas
corriendo los caminos.
Soñar una barquita
hacia el océano, bogar
sin mirar las orillas
de aquel río.
Tu imagen ya nublada
entre los remos.
Hacia el silencio hondo
nos vamos recelando.
Pero entonces…,
¡cómo peinaba el viento
tus cabellos y el sol
cómo los doraba
junto a un río arbolado
a la orilla del júbilo!
ENCUENTROS SILENCIOSOS
Primero
Y ciñe la tarde
con ladrones ojos.
Rodea su lugar
con los jadeos ávidos.
Panorama de bronce. Irrefrenable
levanta la marea
y al acoso de prendas
desliza sus espías.
Sabueso innoble,
rabioso entre laurel,
asegura la cala, el escondite.
Una imagen de sol en el granito.
Entre el mar y la roca,
Hacia el laurel y el beso
De ilusión, se le fuga
La vida prendida a la mirada.
Segundo
Más sol cayó sobre otro cuerpo
oscuro, más lengua
prodigiosa, vanguardia y torre.
Sobre aquel foso oscuro el puente
se tendía, diente con diente
amando,
puñal contra puñal hiriendo.
El rosa con el rosa se encontraba:
saetas por las dunas, caballos
desbocados, ejército y ejército
cobrando sus victorias.
Solo el cuerpo del viento con del
cuerpo.
Hacia el mar las arenas se
tendían.
Solo el labio del viento sobre el
labio.
Corrían las aulagas las laderas
al horadar el viento entre las
dunas.
Tercero
Es en la primavera.
El río baja turbio
con un olor de manos invisibles.
De un rumor intenso
el sinuoso atardecer, cuando en el
aire
se perfilan los álamos.
Es una vieja historia que viene
a derretirse en el otoño,
pero esta tarde, llena
de miradas furtivas,
persigue una emoción adusta,
porque al borde fue de la caricia
una mano anclada en el deseo.
Cuarto
Entre los chopos, preso,
de un regreso inseguro
queda el río
como crines de llanto
que reconstruyen cuerpos.
No en la alameda blanca,
al silbido,
en el sol se encontraron y en la
arena.
Quinto
A la ronda los ojos
se complacen. Se encuentran
en la intriga. No pregonan
el acuerdo callado:
oscuras complacencias anteponen.
Sexto
Acabada la lluvia,
cuando más amarilla era la luz
sobre los fondos grises en la
esquina
detenía su forma otra esperanza.
Luego se apresuró a los ojos.
Si vieron o no quisieron ver
tras el silencio…
¡Por un encuentro sordo media
vida!
Giró en la bocacalle a la redonda.
Mordida la manzana, como el agua
se había evaporado.
Séptimo
Fue en un martes de agosto
socorrido de nubes en piruetas.
Los árboles agitan farolillos
rojos al trasluz.
Al rompeolas van los corazones:
organdíes, flautas, lentejuelas,
abundante de miel en suparquía, té
y vaporosos lagos de espuma
levantisca,
con alas, con álamos y lenguas de
recuerdo,
con cenefas de sombra cabalgando
los muros y azulejos,
se desplomó sombrío
en un cafeto agreste.
La pascua solitaria
al fin del Ramadán
prepara velos y tambores. Se rodea
de afeites y sorbetes. No la
conocía.
Y grazna a los vientos
la desazón sin manto en el cielo
cobrizo.
¡Una hijuela de amor
se te quebró en las manos
esa tarde!
Octavo
Se guarda entre sabinas,
el cañaveral lo esconde:
secreto en una hoguera perfumada.
Dejaron el placer
sobre la tierra:
los ojos van a verlo,
los ojos lo persiguen.
Huyeron cada uno por su lado.
No se dijeron hola,
no se dijeron gracias.
Junto al río y al mar se
reproducen
secretos en hogueras perfumadas.
Noveno
De hierba era a orilla,
más profundo el silencio. Nada
caía
a disolver espejos. Fue
haciéndose perfecto
el salvaje abrazo de las aguas.
Estaba triste para lidiar la tarde
el verderón ambiguo, agrio
para horadar la brisa
y su discurso. Conservaba la arena
las huellas familiares
y el rincón de los chopos
parecía irisado de esperas
clandestinas.
Como en hoces se agobia
el pensamiento junto al río,
como en acartonados valles.
Hay nubes emisarias, andadoras
nubes que de lejos
emborronan remansos
con verdosos enigmas,
con lluvias torrenciales.
El murmullo apagado de los sauces,
la sensación pasmosa de estar
solo,
las nubes agrietaban
cargadas de ceniza.
Diez
La llave está en silencios
contagiados,
en sortilegios vagos que viajan
por los ojos
como estrellas fugaces
a través de caminos diáfanos
a mediodía.
Luminarias vivas que cruzan
el aire
celebrando el azul purísimo.
Se presiente la calma
inmaculada
que rasga el aria de la
alondra
y todo se resume en la
lejana cinta
ribereña que presagia
una fluyente huida.
Se ha llenado de celo la
mañana.
Las arenas templadas
le dieron cuerpo al cuerpo
en clave de emoción
distinta.
Escalaron los olmos por el
viento
y las manos buscaron un
lugar en la arena.
El azul jubiloso
disolvió las palabras
iniciadas
cuando un sabor extraño a
madreselva
se amilano en los labios
para siempre.
Publicado en la antología Todos de etiqueta,
Valladolid, 1986
MAIS SÍ
Os conjuro, hijas de Jerusalén
que si
encontráis a mi amado,
le
digáis que desfallezco de amor.
(Cantar de los cantares)
1
Cómo diría
que cien gacelas jóvenes
se asoman a sus ojos.
O que el mar no es azul
cuando abate sus párpados.
Cómo diría que una playa de luz
se extiende por su cuerpo,
si en los riscos oscuros de su
piel
anidan los deseos.
Cómo hablaría del licor perfumado
de su boca, si su lengua
tan dulce enredadera.
2
Sobre aulagas hirientes,
sobre el colmillo agudo del
cocodrilo ciego,
sobre ascuas coloradas,
sobre agujas de hielo de confines
antárticos,
yo bajo su cuerpo sea,
bajo su voz como la dalia oscura,
bajo la tibia luz de sus ojos
australes,
bajo el Sahara ardiente de sus
labios.
Lo suave de su vientre
contra todo el dolor desvanecido
y el mundo se derrame por la
arena.
3
¿Quién le dará el calor que quiero darle?
¿y los núbiles besos que alcanzar
no puedo
quién me roba en la noche?
Una horca de penas para el ladrón
callado,
una sierra de hielo,
un mar de jaramagos.
Y en sus manos la muerte,
una muerte muy negra,
negra como mi vida.
4
Limpio el sendero todo de piedras y de cardos,
de tojos de calambre, que no
acosen su pie.
Dejo que arda la lumbre y me quemo
en las brasas, creyendo oír su
paso.
Y perfumo las sábanas con
fragancia de besos
y voy a los cristales que la noche
golpea.
Y busco en el camino una huella
reciente.
Y me cuento una historia de
fantasmas y lobos.
5
Los dioses le otorgaron
bellos ojos de tigre para su piel
del Líbano,
ojos de loto tristes para mi
sangre sola.
¿Quién no se anularía en esos
ojos?
Luna de oriente mórbida aireando
un deseo.
Luna marina húmeda de salinos
sollozos.
Si una lluvia de luna me adamara
los párpados.
6
Lágrimas de incienso por ese vello suyo.
Se derrite en su espalda el sol
emocionado.
Por su cadera estrecha un esturión
desova.
Bebería la muerte del cristal de
su ingle.
Pero el alba sonora
no acogerá su aliento entre mis
lienzos,
ni sus ojos dormidos soñarán con
mis labios.
¿Qué colcha cubrirá su pie
desnudo?
¿Qué almohada las perlas de su
frente
recibirá callada?
7
Tímidamente mira cuando paso a su lado.
Si supiera que entonces el alba me
clarea,
si supiera que el cielo es esa
estrecha franja
que separa sus muslos,
si supiera que vendería la
eternidad
a costa de, apenas, un segundo
del silencio redondo de sus ojos,
del calor fugaz de su sonrisa.
Me abrasaré en miradas que miran
tan lejanas
y en las noches tendré nostalgia
de mis sueños.
8
Esta tarde de enero
el viejo azar ondea en los
visillos.
Marco olvido un instante con su
dedo de lujo
y se abanica el viento ahogándose
a sí mismo.
Este enero marchito y jadeante y
sordo.
9
Se me figure un punto donde pueda encontrarse
como aquella otra noche en que
estaba tan solo.
Errante como un barco por los
puertos del mundo,
borracho de dolores, espejando
unos labios.
Y emputecido todo de tanto amor
llagado
-irisado el
cabello del aire evanescente-
se me rendía al
beso como la espuma al agua.
Lamía el mar la
arena con olas de deseo
y del placer
bebían las estrellas paganas.
Mas se filtrara
un aire sangrante por el muro
y un lúcido
candil testificara
la soledad
inmensa del mundo ante mis ojos.
10
Beba conmigo ausente de su copa.
Que su silla
vacía me emborrache su ausencia.
¿Dónde la luna
acalla sus engaños?
¡Beba conmigo
ausente de su copa
tanta
felicidad…, sobre imposible!
11
Remando en el recuerdo
entrego mi sudor a la luz roja y
única.
Como ola
me lanza el viento amigo a
extrañas latitudes.
Con burbujas de remo liberado
gira la barca y voy
remando en el recuerdo.
CUANDO CIERRA EL VIAJE
1
La brisa larga, suave
que la marisma besa
me lame barlovento.
La nave marcha en paz
y canta el marinero
2
Y bajamos al mar de las gaviotas.
Tú rozabas la piel de las sirenas.
Yo cantaba canciones
de amores imposibles.
Era dulce nadar en las espumas
a playas con el sur hospitalarias.
3
Fue aquel atardecer
con pájaros dormidos en el viento.
Entre sonrisas tuyas
el viento llevaba manzanilla.
Del otro lado ellos sobre menta.
Persiguiendo los pasos, cariñosa,
la Tula en el camino
reconocía cuerpos en el aire.
4
Melide se hizo tierna.
Del fondo de eucaliptos
nos llegaron canciones
y resplandor de hogueras.
La voz ronca del mar
bebía los suspiros,
cuando linternas bobas
lindaron con los besos.
5
Se algodonó la ola
en otro cuerpo
dorado como hermoso.
En el mío la sangre se escapaba
contra la roca viva.
Yo quería sentir como la arena
las manos espumosas del amante,
pero pintó de rojo mi costado.
6
Por nidos de gavinas
fue el amor.
A la redonda mar
y prodigiosas alas
navegando en el viento. Abajo
rompían las espumas
sus enaguas azules
de apuntillados bordes,
con sonrisa de algas,
halagando labios de sirenas.
7
Fugándose dorada la silueta
en lasitud perenne, recostada,
divina como el mar,
junto a la gruta de musgos
acolchados,
contenida en nacarados, tibios
resplandores,
fugándose… Y el sol
enamorado la sumerge
en el sueño pesado del océano.
8
Como buque fantasma
rastreado en la niebla
-un tanteo de mástiles y jarcias-
buscábanse los ojos.
Huidizos los suyos con la brisa.
Por la ensenada, lenta,
regresaba la bruma
y un faro iluminaba sobre el mar
las llagas de la noche,
9
Desovillado el viento
en remolinos sobre
rocas eternas rema
en la niebla. Estorba
la prisa de los ojos
amantes. Cruza
el brazo de la isla.
Nubla y arranca hebras de gaviotas
gigantes al norte.
Está en el fin del mundo
Y el sosiego.
10
Las amarras del mar
Escapan por la espuma
a su zarpazo
y el corazón se incrusta
en escarpadas olas.
En el lecho del monte
Se destruyen las flores
Que un niño recogió
Hará mil años en agosto.
REGRESO A ONS
Regresarás a Ons en el soplo ligero
de un labio que horada
inmensidades.
Partidos los espesos recintos del recuerdo.
Anunciarán los pasos
de cierto amor marino
las caracolas dóciles del día.
En la alfombra del norte
lanzarás tu simbad, como un niño,
rumbo al margen, sea azul, sea
rojo,
sea dorado
en las crines de niebla de Ons
maravillosa.
En
su barcaza verde otro Caronte
te enfilará a la isla
en un rito dulcísimo
de iniciación solemne.
-Prometo amarte, Ons,
en una sobredosis
que marcará mi vida para siempre.
Y desplegaste el trapo como nunca,
desliabas el cabo del noray
cabizbajo. De proa recogías
una nortada limpia de gaviotas
y una neblina azul, como una
orquídea
hacia lejana pulsación remota.
Y por fin encaramas
en el muelle granítico tu huella
emancipada.
Sin dudarlo lo pisas.
Estás tú solo en ella,
con ella siempre,
Ons.
Bienaventurado tú, viajero,
que alcanzaste la isla sin óbolo y
sin miel,
en una verde barca marinera.
Atrás queda Leteo.
Regresarás a Ons, raptarás el
olvido
y la marola
refrescará tu frente.
Presiento la alegría
al entender susurros en las olas
o en el amor que arde entre
eucaliptos,
como pañuelos que agitan hacia el
sur las manos invisibles.
La paz está contigo.
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